Región de Coquimbo, Chile: Registros históricos

Literatura: Aracena en Ovalle

español / deutsch

Texto Francisco Marcial Aracena: La industria del cobre en Atacama y Coquimbo (1884):

Capitulo XII
Ovalle

Tomando el tren que parte a las 8 1/2 de la mañana de la Serena, se llega a las 12 1/2 a la ciudad de Ovalle, o a las alturas de Ovalle con mas exactitud, pues el ferrocarril carece del privilegio consiguiente para poder penetrar a su centro. Los ovallinos están como la zorra del cuento, mirando las uvas sin poderlas alcanzar, así como los habitantes de la hermosa Concepción que sufren el suplicio de Tándalo, teniendo a sus espaldas al mas grande y caudaloso de nuestros ríos, al pintoresco Bio-Bio, sin poder disminuir la sed que los acosa con sus límpidas aguas.

La travesía desde Coquimbo a Ovalle, por el ferrocarril, es pesada y monótona. Vénse solo grandes llanuras cortadas a cada paso por empinadas cuestas y fragosas quebradas, y rodeadas por altos cerros de pobrísima vegetación.


Cuando ya el convoy se acerca a Ovalle, el panorama cambia por completo, divisándose por todas partes una vegetación exuberante, hermosa y rica en árboles, pastos y toda clase de hortalizas.

Ovalle encuéntrese situado en el fondo de una gran hondanada formada por caprichosas colinas que lo circundan por tres de sus costados. Por el sur corre el manso Limarí teniendo en su ribera sur a la aldea de la Chimba; por el poniente se extiende la hermosa hacienda de este mismo nombre, las pequeñas poblaciones de La Torre y San Julián y un gran número de otras haciendas, resguardadas por ese lado por el gran coloso del cerro de Tamaya.

La población de Ovalle es una de las mas modernas, pues a la fecha no tiene todavía un medio siglo de existencia. Aunque sostenida con los productos de la minería y de la agricultura, Ovalle no ha progresado tanto en un orden tan superior como hubiera sido de desear. Se conoce que hoy retrocede, debido en gran parte a la pobreza del tiempo por el estado desastroso por el cual atraviesa nuestra industria minera, y por otra parte a la sucesión de malos años para la agricultura por la falta de agua suficiente para poder satisfacer las necesidades de sus extensos y productivos campos.

Sin embargo, Ovalle, como capital de departamento, puede considerarse en un orden mucho mas superior que en el que se encuentran veinte o treinta de nuestros principales departamentos, que no pasan de ser mas que pobres aldeas desiertas, tanto de habitantes como de edificios.
De todo esto hemos podido tomar nota en nuestra reciente excursión llevada a cabo hasta las fronteras del alto Arauco, y con imparcialidad podemos dar nuestra opinión sin temor a rectificaciones.

Procedimiento:
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